Rafael Torán reflexiona sobre el modelo de gestión cultural escénica que se ha impuesto y consolidado, dejando en las cunetas a muchas víctimas que han caído en los oídos sordos de un modelo que no puede dar cabida a todos.
El cuidado extremo que durante la Transición demostraron los responsables de diseñar las estrategias de confección de una democracia a lo española, se fue extrapolando a todos los órdenes.
Las artes escénicas no quedaron exentas de esa atención y se sumaron al pacto de no dañar, no molestar más de la cuenta, no exceder los límites de una provocación hacia sectores reaccionarios que aun conservaban mucho poder dentro y fuera de la estructura del Estado.
Fuente: El Mundo. 13 de julio de 2015. Rafael Torán